Hoy entendí que el olvido no existe. Por más que creamos que dejamos cosas atrás y que eliminamos etapas de nuestras vidas, está todo adentro nuestro. Está todo escondido en algún lugar recóndito de nuestra esencia. Un día; un día cualquiera o el día apropiado (de acuerdo a la concepción de cada uno de causalidad-casualidad), vuelve todo a nosotros para avasallarnos o tranquilizarnos, para confundirnos o aclararnos, para volvernos locos o darnos paz, para llenarnos de dudas, o de certezas. El detonante de esta revolución de recuerdos puede ser cualquier cosa. Una canción removedora de tristezas, la cara particular de una persona cualquiera que vimos por la calle, una imagen parecida a una foto parecida a un momento que algún (o tal vez ningún) día vivimos, o, en mi caso, un anuncio de tv que publicitaba que Arjona venía a Rosario. Para ser más precisa, los gritos de las fans que cantaban en la propaganda al son de "dime que no". La pregunta es, ¿que se hace con todo esto?
Es injusto. Uno se cree que está bien plantado frente a la vida, posición firme, mirada certera, visión a futuro. Y de repente, un río de nostalgias como este te inunda toda el alma y te deja desahuciado y sin saber para que lado salir corriendo. ¿Nadamos para salir y recuperar nuestro previa posición firme, o nos dejamos llevar por la corriente con el riesgo de llegar a andá-a-saber-adonde (por experiencia propia, probablemente al mismo lugar desde el que arrancaste)?No tengo conclusiones ni respuestas. Solamente más preguntas. ¿"Crecer" es salir del río y mantenerse firme? ¿O es dejarse llevar, seguro de llegar a un lugar mejor? ¿Qué pasa si en vez de avanzar retrocedemos? ¿Estamos condenados a repetir este proceso una y otra vez?
Lo único rescatable a tener en cuenta es que decir "Nunca te voy a olvidar" es una redundancia, una cursilería, una obviedad, un cliché. ¡Claro que nunca me vas a olvidar! No es humanamente posible. No está dentro de nuestras capacidades de ser que piensa y siente. Ninguna de nuestras experiencias, ninguna de nuestras elecciones, absolutamente nada se pierde. Nada se esfuma. Todo queda dentro nuestro, y lo cargamos con nosotros como una mochila por el resto de nuestra vida. Se vuelve una parte tan nuestra como nuestro alma. No lo podemos soltar, no lo podemos despegar de nosotros, porque es lo que somos. Si por ahí nos parece que nos olvidamos, es solamente porque nos acostumbramos a vivir con eso.
Y así como nos acostumbramos a tenerlo tan dentro nuestro, tal vez algún día nos acostumbremos a que salga a flote de vez en cuando. Es más, con una mirada muy optimista, hasta se puede llegar a pensar que algún día, después de años y años de repetir el proceso, aprendamos como reaccionar ante estos atacazos de emociones enterradas.