Es fácil no tener que elegir, y hacer de nuestras vidas una rutina. Ir siempre por el mismo camino, nunca pegar un volantazo, nunca permitir una sorpresa; pero eso no es vivir, es el pánico que nos da tener que elegir.
Siempre que tenemos opciones, hay que elegir y arriesgarse a jugarsela por una sola opción, siempre que elegimos, vamos a perder algo. El terror al abandono, a sufrir y arrepentirnos de nuestra elección puede ser nuestro peor enemigo, por eso no hay que tenerle miedo a las opciones. Aunque el miedo no es no saber lo que queremos, sino no estar seguros, porque sino dudamos, no probamos y no buscamos nunca vamos a saber lo que queremos.
El mundo esta lleno de posibilidades, y no por una elección hay que perder las demás, pero si elegimos todo no elegimos nada. Cuando somos estructurados, rígidos y no nos corremos del camino, pensamos que no somos libres; pero cuando pensamos que en verdad lo somos, estamos presos de nuestra propia indecisión.
Algunos no eligen por miedo a perder algo; otros por miedo a perder todo y terminan sin elegir nada. Nadie sabe que es peor.
Cuando uno no elige, la vida elige por uno y eso no es ser libre, ser libre es animarse a elegir un lugar donde quedarse, una opción, jugarse por una relación y no temerle ni al compromiso, ni a lo que pueda pasar después.
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